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"Como embajadora alemana me duele que la gente no entienda que no se puede jugar a los nazis"
Maria Margarete Gosse: "Como embajadora alemana me duele que la gente no entienda que no se puede
jugar a los nazis"
Embajadora de Alemania en Madrid
David Miró
MADRID La embajada alemana en Madrid es un edificio de corte racionalista, muy funcional, una metáfora perfecta del país. La
embajadora, Maria Margarete Gosse (Múnich, 1962), que fue cónsul
en Barcelona entre el 1996 y el 1999 y tomó posesión en agosto pasado, comenta que envidia la sede diplomática de su homólogo italiano, el Palacio de Amboage, en pleno barrio de Salamanca. "Si incluso tiene un Tintoretto ahí". La conversación transcurre con un tono apacible y cordial hasta que se toca el Holocausto. Aquí la embajadora se pone seria.
Usted visita Barcelona este lunes para asistir al Smart City Expo
World Congress. ¿Qué papel otorga a las ciudades en desafíos
como el cambio climático?
— El papel de las ciudades es clave porque es el espacio donde cada
vez vive más gente en el mundo. Para reducir las emisiones siempre
habrá conflicto de intereses, pero yo recuerdo las discusiones que
hubo en Múnich con las primeras zonas de peatones que hoy ya no
discute nadie. Ahora bien, y más si hay un transporte público eficaz y
puntual, la gente lo usará.
¿Cómo recuerda su etapa en Barcelona y cómo la ve ahora?
— En aquella época se hablaba de la depresión postolímpica, a
pesar de que yo no la vi en ninguna parte. Pero ahora Barcelona puede
ser víctima de su encanto. Su reto es evitar la hiperturistización, que
es el riesgo que corren los lugares más bellos del mundo.
Las relaciones bilaterales entre Alemania y España parece que
pasan por un buen momento.
— Es un momento muy bueno. No es que antes fuera malo, pero
ahora hay intensificación de la relación. Y no es una relación de país
grande a país pequeño, sino entre dos estados modernos que son
complementarios. España ya no es el país desde donde venía la gente a
trabajar para nosotros en los 60. Ahora hay empresas españolas
invirtiendo en la infraestructura ferroviaria alemana, por ejemplo. Y
hay 1.400 empresas alemanas en España. La descarbonización creará
muchas oportunidades de negocio.
A diferencia de la crisis del 2008, Alemania esta vez no ha
impuesto la austeridad sino que ha impulsado los fondos Next
Generation. ¿Ha cambiado la actitud de Alemania respecto al
sur?
— Yo creo que crisis diferentes necesitan respuestas diferentes,
por lo tanto no veo un contraste total. Pero sí que en Alemania hemos
entendido que hay que tener en cuenta las situaciones particulares de
cada país, y España también nos entiende mejor en el sentido de que
una crisis de deuda tampoco es deseable. Los Next Generation ya
están demostrando que son la respuesta correcta a esta crisis. Ya
notamos sus efectos. Esta semana una comisión de expertos
independientes ha publicado datos en Alemania que son menos
pesimistas que los del verano.
En Europa preocupa mucho la situación de la economía
alemana...
— En verano se hablaba de una caída del PIB de hasta el 0,7% y
ahora el comité de sabios lo ha limitado al 0,2%. Vemos una tendencia
que no es tan negativa, y esto tiene un efecto psicológico. En Alemania
hemos conseguido tener llenos los depósitos de gas en un 99% sin gas
ruso. Hace unos meses nadie lo habría dicho.
¿Y cómo se ha conseguido?
— Para suplir la falta de gas ruso, Alemania tuvo que comprar gas
en el mercado (Spot). Ya en verano de 2021 creamos el Trading Hub
Europe (THE), la sociedad conjunta formada por las operadoras de gas
en Alemania, que se ocupó de las compras de gas para asegurar que
llenaríamos los depósitos. Alemania recibe gas de Noruega y Holanda
vía gasoductos. En cuanto al gas licuado (GNL), Alemania se abastece
de las plantas regasificadoras de sus países vecinos. Prevemos que este
invierno recibiremos las primeras entregas de GNL en las plantas
regasificadoras flotantes en los puertos de Wilhelmshaven y
Brunsbüttel, en el mar del Norte. Se ha hecho un esfuerzo enorme.
Una crisis siempre despierta energía.
¿Ha habido autocrítica en Alemania por la excesiva
dependencia del gas ruso?
— Sí, mucha. Y no solo por el gas. La pregunta de fondo que nos
hacemos es si fue correcto confiar en Rusia. Pensábamos que tener
una relación económica muy estrecha con Rusia la ayudaría a
estabilizarse. Esto viene de una tradición de los años 70 con Willy
Brandt, es decir, abrirnos al Este y hablar con Rusia, que es un país
inmensamente importante para nosotros y Europa. Y ahora vemos
que estábamos demasiado confiados en que esta política funcionaría.
La confianza en Rusia se perdió completamente el pasado 24 de
febrero.
Alemania ha decidido aumentar su gasto en Defensa. ¿Esto es
un cambio cultural?
— El discurso del canciller Scholz tres días después de la invasión
de Ucrania dio un giro de 180 grados. Constatamos que tenemos que
aumentar nuestros esfuerzos en defensa porque hay países como
Rusia con los que no podemos estar seguros. Lo que transmite Putin
en Ucrania es que es una guerra contra el modo de vida europeo,
contra nuestros valores. Y los que los defienden ahora son los
ucranianos, y por eso los ayudamos. Las decisiones del gobierno
alemán han sido aceptadas por una amplia mayoría de la ciudadanía.
¿La idea de que comerciando con Rusia se acabaría
democratizando es la que ha fracasado?
— Nuestra idea es que si comercias con alguien y se crea una
dependencia mutua habrá un interés por los dos lados para mantener
esta relación. Esto es lo que no ha funcionado con Rusia. Ahora
sabemos que no podemos ignorar la situación interna de los países con
los que tratamos. Si es un estado que viola los derechos humanos, no
puedes esperar que sea un socio fiable. Esta es la gran lección.
¿Se esperaba este regreso del nacionalismo ruso?
— Todos los grandes procesos de modernización provocan
inseguridad, y el nacionalismo pretende volver a traer esta seguridad.
Esto es lo que intenta Putin. El nacionalismo es el peor producto que
ha exportado Europa al mundo.
¿Alemania está vacunada contra el peligro nacionalista?
— No existe una vacuna, se tiene que estar siempre alerta. Por eso
son muy importantes la educación y la memoria de lo que ha causado
el nacionalismo en Europa y especialmente en Alemania, donde
sucedieron las cosas más atroces y terribles.
Justamente, Alemania se pone como ejemplo de políticas de
memoria.
— La memoria es un proceso difícil y doloroso. Y en Alemania
también lo ha sido, ha costado mucho, décadas. Hasta el discurso del
presidente Weizsäcker en los 80, en el que dice que Alemania asumía
su responsabilidad por lo que hicieron los nazis, no se empezaron a
cerrar las heridas. Es un proceso de luto, también, que necesita tiempo
y no acaba nunca. Y no puedo dar consejos a nadie porque cada país
necesita encontrar su propio camino.
Pues España todavía no ha encontrado este camino. Hace unos
días el alcalde de Madrid homenajeó al general Millán Astray,
que era como una especie de Goebbels de Franco...
— No comento temas internos del país, pero sí que veo que hay un
proceso de discusión, y esto ya es bueno de por sí. El corazón de la
democracia es el debate, y el importante es que se tenga este debate.
Ustedes como embajada no comentan temas internos, pero sí
reaccionan cuando se banaliza el nazismo como en el caso de los
estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja, que hacían el saludo
nazi...
— ¿Lo dice por el tuit que hicimos? Es que justamente yo como
embajadora alemana estoy obligada a reaccionar ante una cosa así
porque va en contra de la memoria digna de las víctimas del
Holocausto. Es una cosa que me duele personalmente, que la gente no
entienda que no se puede jugar a los nazis, para mí es una cosa
indiscutible. No es aceptable y me duele porque yo tengo grabadas en
la cabeza las imágenes de los cadáveres apilados en Auschwitz, y esto
no lo puedo olvidar.
¿Puede ser que en España y en otros lugares no se haya
explicado el Holocausto de forma suficiente?
— Lo importante es que exista el proceso de la memoria y se llegue
a un consenso como sociedad. Alemania siempre ha admirado la
Transición española, que es una excepción. España tenía muy poca
tradición democrática y venía de un largo periodo de dictadura, y aún
así se consiguió una Transición pacífica a la democracia. Esto es una
maravilla porque no es lo normal. Nosotros pasamos de Weimar a
tener un Führer.
Ahora precisamente se está cuestionando la Transición,
especialmente en lugares como Catalunya.
— Es que nunca son procesos fáciles.
¿Cree que en Alemania se conoce bien Catalunya?
— Creo justamente que lo que pasó en Catalunya en 2017 abrió los
ojos a muchos a esta variedad interna española, al hecho de que hay
diferentes regiones y lenguas.
¿La imagen de España como democracia consolidada quedó
afectada por las cargas policiales del 1-O?
— Para muchos alemanes fue una sorpresa descubrir el
independentismo catalán. Incluso para mí. Sí que se sabía que había
una reivindicación de más autonomía, pero nunca pensé que se
llegaría a reclamar la independencia con aquella virulencia y que
pasaría lo que pasó. En Alemania todavía preguntan por este tema.
¿Y qué respuesta les da?
— Ya sabe que no comento cuestiones de política interna, pero mi
opinión personal es que ya tenemos suficientes fronteras en Europa.